¿SABES DE QUE ESTÁN HECHAS LAS CHUCHES?

Los niños se pierden por las chucherías y no nos engañemos, para muchos adultos resultan una auténtica tentación. Comer chucherías es un verdadero placer pero siempre que se haga con moderación. Su consumo frecuente o excesivo favorece la obesidad y las alteraciones del metabolismo de la glucosa.

No es necesario prohibirlas, aunque su  ingesta debe ser limitada a ocasiones especiales. Hay que establecer un máximo de chucherías a la semana y días sin ellas para que los niños comprendan que son excepciones (los domingos, un cumpleaños, una celebración,…).

Cuál es su composición

El término «chucherías» se utiliza para designar diferentes tipos de productos dulces, tales como caramelos, chicles, confites y golosinas. El Código Alimentario clasifica estos productos entre los denominados «productos de confitería», junto a turrones y mazapanes.

Están compuestas por una pasta maciza elaborada a partir de azúcar, aromatizada y coloreada gracias al uso de diferentes aditivos y que se presenta con formas y tamaños variados, muy atractivos para los más pequeños.

Los principales nutrientes que contienen son los glúcidos simples o “azúcares” tales como la glucosa, fructosa y sacarosa. Suponen alrededor de un 75% del peso total.

La proteína más utilizada es la gelatina, y su proporción oscila entre un 5% y 7%, aunque algunas chucherías contienen menos. Esta aporta su textura gomosa característica y es incompleta en cuanto a aminoácidos esenciales. No aporta las cantidades necesarias de metionina, lisina y triptófano.

En general, son productos pobres en grasa. Generalmente aportan menos del 1%.

También contienen agua, la mayoría un 14% aproximadamente.

Aportan una media de 335 kcal por cada 100 gramos.

Alto contenido de aditivos alimentarios

Entre los aditivos más utilizados se encuentran:

  • Los aromas, que proporcionan olor y sabor.
  • Los acidulantes, que se utilizan como complemento de aromatización y/o conservación. Entre los más empleados son el ácido cítrico, ácido láctico, ácido málico y ácido tartárico.
  • Los gelificantes, que forman un gel durante el enfriamiento. Los más empleados son el agar-agar, almidón modificado y pectinas.
  • Los colorantes, que dan color a las materias primas, azúcar y jarabe de glucosa, ambos incoloros.

Los más utilizados son la tartracina (E-102), amarillo de quinoleína (E-104), amarillo anaranjado (E-110), azorrubina (E-122), rojo cochinilla (E-124), rojo altura (E-129) y azul patente (E-131).

Riesgos sobre la salud de los niños

  • Inapetencia:tomarlas entre horas y sin control provoca falta de apetito cuando llega la hora de las comidas principales, ya que sus calorías sacian. Son alimentos que aportan energía pero nada de nutrientes esenciales como vitaminas o minerales (son calorías vacías).
  • Malas digestiones e hinchazón abdominal.
  • Infecciones de hongos, bacterias y parásitos.
  • Caries:las chucherías contienen glúcidos simples que son fermentados por las bacterias de la placa dental y contribuyen a la formación de caries. Los dientes deben ser lavarlos siempre después de comerlas para evitar restos de azúcares en la boca.
  • Alergias:debido a la presencia de los aditivos que dan color, sabor y aroma.  Algunos pueden favorecer reacciones y erupciones en la piel (urticarias o brotes de dermatitis atópica) e incluso ataques de asma (colorantes azoicos). Se incluyen en este grupo la tartracina (E102), amarillo de quinoleína (E104), amarillo anaranjado S y amarillo ocaso FCF (E110), azorrubina o carminosina (E122), rojo cochinilla A (E124), rojo allura AC (E129) y azul patente V (E131).
  • Trastornos en el comportamiento de los niños: algunos estudios concluyen que algunos aditivos utilizados en la fabricación de chucherías como el E110, E122, E102, E124, E211 (benzoato sódico), E110 y E129 parecen incrementar los niveles de hiperactividaden los niños de la población general y no sólo en aquellos que ya tienen diagnosticado un trastorno de déficit de atención con hiperactividad. Entre los efectos provocados por estos aditivos destacan el  incremento de comportamientos impulsivos y la dificultad para concentrarse, especialmente en la lectura.
  • Atragantamiento: su textura gomosa se mastica con dificultad, lo que puede provocar atragantamientos que podrían desembocar en asfixia, especialmente las más grandes.
  • Obesidad:se trata de productos hipercalóricos. Si la cantidad de azúcares ingerida sobrepasa los límites de almacenamiento, el exceso de glucosa en sangre se transforma fácilmente en grasa en el tejido adiposo. El abuso de dulces predispone, además, a la diabetes y a los problemas cardiovasculares.

 

ALERGIA A ADITIVOS

Según el código alimentario español la definición de aditivo es toda sustancia que sin constituir por sí misma un alimento ni poseer valor nutritivo se agrega intencionadamente a los alimentos y bebidas en cantidades mínimas con objeto de modificar sus caracteres organolépticos o facilitar o mejorar su proceso de elaboración y/o conservación.

Tienen un papel fundamental en la industria alimentaria ya que su objetivo es mantener las cualidades y características de los alimentos que están sometidos a condiciones ambientales (temperatura, oxígeno, microorganismos) que pueden modificar su composición original. Muchos de ellos son sustancias naturales, e incluso nutrientes esenciales.

Químicamente pertenecen a grupos funcionales muy diversos, entre ellos sales inorgánicas, aminoácidos, hidratos de carbono y enzimas.

Los aditivos alimentarios se clasifican según su función en colorantes, edulcorantes, conservantes, antioxidantes, acidulantes, correctores de la acidez, anti aglomerantes, antiespumantes, emulgentes, endurecedores, potenciadores del sabor, almidones modificados, gasificantes, estabilizadores, etc.

Reacciones adversas al consumo de aditivos alimentarios

Se dividen en dos grupos:

1- Reacciones alérgicas mediadas por un mecanismo inmunológico: los colorantes son los más implicados, sobre todo del tipo azoico.

2- Reacciones de intolerancia o idiosincrasia: estas reacciones no son de mecanismo inmunológico y en la mayoría de casos el origen es desconocido. Aunque no existen grandes estudios que lo demuestren parece ser que la gran mayoría de reacciones a los aditivos alimentarios pertenecen a este segundo tipo, es decir, son reacciones de intolerancia más que de alergia en sí misma.

¿Qué sintomatología clínica tienen?

Es muy amplia, aunque los síntomas más comunes son los que afectan al aparato respiratorio (particularmente asma y rinitis) y la piel (urticaria y angioedema, dermatitis de contacto, etc.).

¿Cómo se diagnostican?

El estudio de la alergia a aditivos es difícil ya que no es frecuente y porque en la mayoría de los casos no se conoce el mecanismo productor. Además, no hay extractos estandarizados para la realización de pruebas excepto para unos pocos como por ejemplo la Eritrosina (E 127), Rojo cochinilla (E 124) o la Tartracina (E 102).

¿Cuál es su tratamiento?

El único tratamiento eficaz es realizar una dieta libre del aditivo o aditivos implicados. Esto resulta algo complicado  debido al amplio uso que se le da a estas sustancias en la elaboración de productos alimenticios manufacturados y a los defectos del etiquetado en los que no se refleja con claridad su presencia.

¿Cuáles son los aditivos alimentarios más frecuentemente implicados en reacciones adversas?

Los más conflictivos son los colorantes,  conservantes y antioxidantes.

Hay diferentes tipos de colorantes según su origen: naturales, sintéticos (los más utilizados) y minerales (de uso restringido).

Entre los naturales se encuentran la Curcumina E-100 (curry),  Riboflavina E-101 o vitamina B12, Carmín cochinilla E-120, Clorofilas E-140, Caramelo E-150, Carotenos y Carotenoides, Annato E-160 B, Capsantina E-160 c (rojo, extraído de páprika), etc.

Entre los sintéticos se incluyen la Tartracina E-102, Amarillo-naranja E-110, Amaranto (caviar), Rojo cochinilla E-124, Azul patente V E-131, Eritrosina E-127, Amarillo quinoleína indigotina, Verde ácido brillante E-142, etc.

Por último, dentro de los minerales se encuentran la Plata, Oro y Pigmento rubí.

Los conservantes se clasifican según su origen en minerales (Cloruros, Sulfitos, Nitratos y Nitritos) y orgánicos (Ácido fórmico, Ácido acético, Ácido propiónico, Sorbatos y Benzoatos).

Los Sulfitos se emplean a diferentes concentraciones en variedad productos alimenticios como las bebidas alcohólicas (vino de mesa y cerveza), bebidas no alcohólicas (mosto, sidra y zumos concentrados), vinagre conservas vegetales, pescados congelados, y productos farmacéuticos como algunas soluciones broncodilatadoras, adrenalina, anestésicos locales, corticoides, antibióticos, antiarrítmicos, analgésicos, antishock, gotas oftálmicas, soluciones nutrición parenteral y diálisis y preparados anti fúngicos tópicos. La ingesta diaria admitida de los más usados es de 0-0,7 mg por Kilogramo de peso corporal.

Los síntomas que producen los Sulfitos a las personas sensibles suelen iniciarse muy rápidamente (entre 2 y 15 minutos dependiendo de la forma en que esté el sulfito: inhalado, solución, cápsulas o partículas sólidas alimentarias) y  aunque se han descrito numerosos cuadros clínicos, destacan por su frecuencia los dolores abdominales.

Los Benzoatos son los segundos conservantes que provocan más reacciones adversas. De forma natural los podemos encontrar en algunas frutas como las ciruelas y arándanos; y su mecanismo de acción en las reacciones adversas es desconocido.

Son muy utilizados en la elaboración de refrescos carbonatados, vinos, sidras, zumos de frutas, vegetales en conserva, salsas (mostaza, mayonesa o salsa de tomate), chicles, regaliz, caramelos, pastelería, etc. Igual que los sulfitos, su uso es frecuente en la industria farmacéutica (corticoides, anestésicos locales, etc.).

Las personas sensibles deben evitar el consumo de alimentos que contengan en su composición Ácido benzoico (E-210), Benzoato sódico (E-211), Benzoato potásico (E-212) y Benzoato cálcico (E-213).

Los Nitratos y Nitritos se utilizan como conservantes, antioxidantes, potenciadores del sabor y color (sobre todo de carnes), antibacterianos y como excipientes en algunos medicamentos.

Se encuentran especialmente en productos de charcutería, pescados curados, salazones y ahumados, algunos quesos (Gouda, Chedar, etc.) y verduras como las acelgas o las espinacas. La dosis máxima diaria aconsejada para la mayoría de ellos es de 0,2 mg por Kg de peso.

Los Sorbatos se encuentran en alimentos como  el pan, productos de pastelería (turrón, mazapán…), bebidas alcohólicas, refrescos, chicles, regaliz y algunas salsas preparadas como el kétchup. Además, la industria alimentaria los utiliza como excipiente en jarabes y cremas.

Entre los cuadros clínicos que producen en caso de sensibilidad, destaca la dermatitis de contacto típicamente en panaderos.

Los antioxidantes son aditivos que protegen a algunos componentes de los alimentos como las grasas y las  vitaminas de la oxidación, al estar expuestos al oxígeno ambiental.

Entre los más destacables se encuentran el Butil hidroxianisol (BHA), Butil hidroxitolueno (BHT), Galatos, Ácido láctico y sus sales, Ácido ascórbico y sus sales y el Ácido cítrico y sus sales, entre otros.

El BHA es el E-320 y su ingesta diaria admitida (IDA) es de 0-0,5 mg por kg de peso. El BHT es el E-321 y su IDA es de 0-0,125 mg/kg. Ambos se utilizan para prevenir el enrancimiento y en la elaboración de alimentos como las margarinas, aceites de semillas, conservas, refrescos, sopas deshidratadas y  alimentos que contienen cereales. Además, se emplean también en la industria farmacéutica para la fabricación de jarabes y también para la fabricación de cosméticos, lacas, pinturas, tintas, materiales de limpieza, etc.

Por último, los galatos son altamente sensibilizantes y producen una clínica del tipo de dermatitis de contacto.

Se emplean en la elaboración de margarinas, aceites de semillas, embutidos y productos de confitería. También se utilizan en la fabricación de detergentes.