MEJORAR LAS DEFENSAS EN LA QUIMIOTERAPIA (II)

Donde encontrar los nutrientes que aumentan las defensas

Algunos minerales como el hierro, cinc y selenio: el hierro de buena disponibili­dad para el organismo lo encontramos en carnes (especialmente las rojas), vísceras, pescados y mariscos.

Entre sus fuentes secun­darias están los huevos, legumbres, frutos secos oleaginosos (pistachos, nueces y almendras, en­tre otros) o desecados (ore­jones, uvas y ciruelas pasas o higos secos) y verduras de hoja verde.

El cinc está presente en las carnes, pes­cados, mariscos, huevos, cereales integrales y legumbres.

El selenio lo encontramos en las car­nes, pescados, huevos, cereales, y al­gunos vegetales, aunque en menor cantidad (depende de la riqueza del suelo).

Fitonutrientes como los flavo­noides: se encuentran en la mayoría de vegetales, espe­cialmente en las verduras de la familia de la col, ver­dura de hoja verde, frutas rojas, moradas y cítricos.

Prebióticos y probióticos: ambos equilibran nuestra flora intestinal, por lo que aumentan la resistencia a las infecciones.

Los primeros son ingredientes no di­geribles que mejoran la salud debido a que favorecen el crecimiento selectivo de bacte­rias intestinales beneficiosas. Entre los más conocidos se encuentran los fructo-oligo­sacáridos (oligofructosa e inulina), presen­tes de forma natural en alimentos como el ajo, cebolla, plátanos, tomates, puerros, espárragos, alcachofas, raíces de achicoria, etcétera.

Los segundos son alimentos que con­tienen microorganismos vivos, cuyo con­sumo es favorable para la flora intestinal, ya que promueven el crecimiento de bacterias beneficiosas como Lactobacillus acidofilus y Bífidus. Algunos ejemplos son los yogures y otras leches fermentadas.

MEJORAR LAS DEFENSAS EN LA QUIMIOTERAPIA (I)

La quimioterapia es un tratamiento médico con sustancias químicas citoestáticas que se administra para superar la tuberculosis, algunas enfermedades autoinmunes y el cáncer.

Por desgracia, sus efectos secundarios son múltiples, y aunque para tratar la enfermedad es beneficioso, reduce la calidad de vida del paciente.

Los vómitos y las náuseas son dos de las consecuencias más habituales, que afectan al 50% de los pacientes.

La quimioterapia a largo plazo, además, produce la rápida reducción de glóbulos blancos y caída del sistema inmune.

Una alimentación completa puede contribuir a la formación de glóbulos blancos.

Donde encontrar los nutrientes que aumentan las defensas

Vitamina A: la encontramos en forma de retinol o de betacarotenos.

Las principales fuentes alimentarias de vitamina A en forma de retinol son el hígado, paté, pescados azules y sus aceites (boquerón, arenque, atún), mariscos, yema de huevo, mantequilla, margarina y queso cremoso.

En forma de beta-carotenos la encon­tramos en las frutas y verduras frescas de color rojo o naranja o con hojas de color verde oscuro como los albaricoques, me­locotones, melón, ciruela, mango, fresa, piña, tubérculos coloreados, zanahorias, calabaza, tomates, brécol, col, espinacas, escarola, pimiento rojo, berros, lechuga y espinacas.

Vitamina C: la encontra­mos en las frutas, en especial en los cítricos como la naranja, li­món, mandarina y lima, algunas hortalizas y cereales germinados.

Vitamina E: la encontramos en los acei­tes vegetales como el aceite de oliva virgen, semillas, frutos secos como las nueces o al­mendras, legumbres como las judías de so­ja, verduras de hoja verde, germen de trigo y huevo.

Complejo vitamínico B: apare­ce en la mayoría de alimentos de origen vegetal como las verduras, hortalizas, fruta fresca, frutos se­cos, cereales o legumbres y en los de origen animal (carne, vísceras, pescado, marisco, huevos y lácteos).

El ácido fólico se encuentra mayori­tariamente en la verdura de hoja verde, legumbres verdes, frutas, cereales de desa­yuno enriquecidos e hígado, y la vitamina B12 abunda en alimentos de origen animal como el hígado, marisco, carnes, pescados, huevos y productos lácteos.

 

ALTERACIONES ALIMENTARIAS EN NIÑOS CON TEA (I)

Los  trastornos del espectro autista (TEA) son un conjunto de alteraciones del sistema nervioso central que afectan al desarrollo infantil. Los pequeños afectados tienen alteradas el área social, comunicativa y la actividad (su conducta es restringida y repetitiva).

Los niños que padecen TEA tienen dificultades para entender las normas sociales como pueden ser las que establecen los profesores en la escuela o los padres en el hogar, las de cortesía, las del juego, las viales, los hábitos higiene personal o de alimentación, y por tanto, para saber actuar ante ellas como corresponde en los diferentes contextos.

Enseñarles un sistema de normas claras, concisas y constantes, y en todos los contextos (por su dificultad para la generalización de los aprendizajes) les ayuda a que su comportamiento sea más adaptado, se sientan más seguros y su grado de autonomía sea mayor.

alteraciones alimentarias más frecuentes

Un alto porcentaje de niños con TEA padecen alteraciones en la alimentación.

Entre algunos de los principales motivos de su existencia se encuentran los citados a continuación:

  • Alteraciones sensoriales debidas a la hiposensabilidad  o hipersensabilidad que provocan manifestaciones auditivas (molestias producidas por el ruido de la masticación de los alimentos), visuales (la presentación de los platos o forma y color de los alimentos produce aceptación o rechazo), olfativas (los niños con TEA notan mucha intensidad en ciertos olores), en el tacto (ciertas texturas pueden ser rechazadas por no ser aceptadas dentro de la boca o al ser tocadas con las manos) y en los sabores (algunas comidas les resultan desagradables).
  • Hipersensabilidad alimenticia: rechazo a ciertos sabores, texturas o temperaturas y consumo fijo de determinados alimentos aceptados.

La diversificación de los alimentos en muchos casos resulta lenta y complicada hasta tal punto de producir malnutrición.

  • Condicionamientos clásicos negativos: la relación estímulo-respuesta es negativa. Por ejemplo, si el pequeño después de comer un cierto alimento tiene dolores abdominales o náuseas tendrá un recuerdo negativo que se extenderá a otros alimentos similares y generará la negativa a comerlos.
  • Intolerancias y alergias alimentarias: a veces el pequeño con TEA no quiere consumir ciertos alimentos porque le provocan dolores estomacales, reflujo, úlceras o reacciones alérgicas.

Algunas de las alteraciones más frecuentes en niños con TEA son las siguientes:

  • No aceptar probar alimentos nuevos y tener un listado de alimentos a consumir que es extremadamente limitado: la ingesta de alimentos viene condicionada por la textura, olor, sonido en la masticación, consistencia, etc.
  • Comer cualquier sustancia y material sin discriminar si es comestible o no (pica): el consumo de plastilina, pintura, papel, colonia, tierra, plantas, insectos u otros materiales es peligroso por el riesgo de atragantamientos, intoxicaciones, perforaciones intestinales o alergias.
  • Comer compulsivamente, sin saciarse nunca: comer sin mesura conduce a la aparición de la obesidad y otros problemas de salud.
  • Tener conductas o hábitos poco adecuados en los tiempos de comida como por ejemplo, oler o tocar los alimentos, levantarse de la silla, uso inadecuado de cubiertos,  escupir, etc. Estas condicionan la vida familiar ya que elimina las salidas a casas de amigos o a restaurantes.

 

 

TERAPIA NUTRICIONAL EN CASO DE ÚLCERA

Las úlceras son erosiones en el revestimiento del estómago (úlcera gástrica), duodeno (úlcera duodenal), o ambos (úlcera péptica).

La mayoría aparecen en la primera capa del revestimiento interior y, si el orificio lo atraviesa por completo, se denomina perforación del revestimiento intestinal.

El origen de su aparición puede ser diverso. Se debe a un desequilibrio entre la secreción ácida del estómago,  una  enzima llamada pepsina y las defensas naturales del revestimiento del estómago que lleva a que se presente inflamación.

La toma de ciertos fármacos como el ibuprofeno o la aspirina puede complicar la situación.

Su aparición es más frecuente en caso de gastritis crónica, edad avanzada, consumo de alcohol, tabaquismo, infección por Helicobacter pylori, ventilación mecánica (ser puesto en un respirador) y ciertos problemas con la coagulación de la sangre.

Puede ser asintomática, aunque es frecuente el dolor o malestar abdominal tras las 2-3 horas de la ingesta y empeora cuando no se come. Además, a veces aparecen nauseas, indigestión abdominal, pirosis, vómitos sanguinolentos, sangre en las heces (heces negras y pegajosas), fatiga y pérdida involuntaria de peso. En los casos más graves aparece hemorragia digestiva, penetración, perforación  y estenosis del píloro.

Su tratamiento incluye antibióticos contra la bacteria Helicobacter pylori y medicamentos que disminuyen la secreción ácida del estómago del 60 al 80% y mejoran la sintomatología.

A través de la dieta no se logra favorecer la cicatrización pero resulta útil para calmar y evitar el dolor, que tiende a disminuir con la ingesta de ciertos alimentos y a agravar con la de otros.

Para evitar la aparición de dolor es recomendable comer a menudo, en pequeñas cantidades y poco copiosas (así se evita la excesiva distensión del antro gástrico, ya que esto puede aumentar la secreción ácida), evitar las preparaciones culinarias que provoquen molestias y todos los irritantes químicos y físicos.

Se deben eliminar los alimentos considerados irritantes físicos como las carnes fibrosas, cereales de grano entero, frutas crudas, verduras y hortalizas crudas, alimentos o platos salados, embutidos, pescados azules, marisco, café (incluso el descafeinado) y té (no existe evidencia que su consumo interfiera en la cicatrización, aunque es un estimulante de la secreción gástrica, favoreciendo el reflujo gastro-esofágico), alcohol en exceso (lesiona la barrera mucosa del estómago y ocasiona gastritis), azúcar en exceso, chocolate, especias, condimentos y fritos.

También los considerados irritantes químicos tales como los extractos y caldos de carne, salsas ácidas como la de tomate, frutas y zumos ácidos.

Se puede consumir lácteos, pasta, arroz, pan blanco (mejor tomarlo tostado o del día anterior), carnes de ternera, pollo, cordero, cerdo, caballo, buey, conejo (tiernas, eliminando las partes fibrosas y la grasa visible, cocinadas a la plancha o bien hervidas), jamón cocido poco salado, pescados magros cocinados hervidos, a la plancha (si se toman rebozados, teniendo precaución de eliminar el rebozo antes de tomarlo), huevos pasados por agua o en tortilla, frutas cocidas hervidas o al horno tipo manzana o pera, dulce de membrillo, verduras en forma de puré o masticadas cuidadosamente tipo acelgas, espinacas, judías verdes, zanahoria hervida, aceites vegetales, mantequilla y margarina con moderación y galletas tipo Maria.

OBESIDAD Y SÍNROME DE DOWN

En los niños con Síndrome de Down, el crecimiento sucede de forma algo diferente.

Al inicio es más acelerado pero en los siguientes años se ralentiza, lo que conduce a una estatura más corta que la población general.

Esto reduce las necesidades de alimento en comparación a los demás niños, aunque el hambre no esté reducida, por lo que existe cierta predisposición al sobrepeso y obesidad, especialmente entre los adolescentes y adultos.

La obesidad agrava las alteraciones cardíacas y la hipotonía muscular, por lo que tanto padres como profesionales deben luchar por una buena educación en los hábitos dietéticos desde el nacimiento.

Uno de los hábitos más equilibrados que pueden ayudar a evitar problemas de peso es la fragmentación de la dieta.

Comer varias veces al día beneficia al organismo, tanto desde el punto de vista físico como emocional.

Para asimilar bien los nutrientes procedentes de los alimentos se debe comer cada 3 horas, de esta manera se mantienen mejor los niveles de glucosa en el torrente sanguíneo.

Gran parte de los nutricionistas recomendamos un total de cinco comidas repartidas durante todo el día: desayuno, media mañana, almuerzo, merienda y cena.

Entre el desayuno y la toma de la media mañana se debe aportar entre un 25% y 30% calórico respecto al total de la ingesta diaria.

Por la mañana es necesario un buen aporte de energía para luchar contra los estragos del ayuno prolongado después del sueño.

No desayunar puede provocar trastornos como consecuencia de la falta de glucosa (hipoglucemia): decaimiento, falta de concentración, disminución en el rendimiento y alteraciones en el humor.

El desayuno debe contener cereales calientes (crema de centeno, crema de trigo sarraceno, avena, etc.) o fríos integrales (arroz, maíz o mijo inflados, muesli, etc.), panecillos, panes y galletas integrales (se pueden acompañar de mantequilla o margarina, mermelada, compota de fruta, mantequilla de cacahuetes, mantequilla de sésamo, jamón o charcutería poco grasa, pescado en conserva como el atún enlatado, huevo,  etc.).

La bollería, dulces y repostería industrial aportan grasas y azúcares simples, excluirlos de la dieta. En caso de consumirlos, hacerlo de forma moderada y esporádica.

Además, debe haber presencia de frutas (naturales o en forma de zumo) y lácteos (lácteos, yogures, quesos o postres lácteos.

El almuerzo (comida del medio día) debe aportar entre un 30% y 35% calórico respecto al total de la dieta diaria.

Podría incluir el grupo de los farináceos (pasta, arroz, patata o legumbre), un plato de proteína de origen animal (carne, pescado, marisco o huevo), verdura (cocinada o en forma de ensalada) y un postre formado por fruta o lácteo.

Es recomendable el uso de aceite de oliva o de semillas para aliñar, pan de acompañamiento y agua para beber (en ocasiones esporádicas se pueden tomar refrescos o zumos).

La merienda debe aportar entre un 10% y 15% calórico respecto al total de la alimentación diaria.

Es importante especialmente cuando se cena muy tarde. Se trata de un pequeño tentempié que ayuda a mantener la energía hasta la hora de la cena.

La última toma del día debe aportar entre un 25 y 30% calórico respecto al total de la alimentación diaria.

Debe ser similar a la comida, aunque algo más ligera y fácil de digerir para poder facilitar el sueño y descanso nocturno.

Hay que reducir las preparaciones ricas en grasas y flatulentas.

El menú de la cena debe complementar son la comida del almuerzo para conseguir el equilibrio.

Fisiopatologia y dietoterapia

DIVERSIFICACIÓN EN NIÑOS CON SÍNDROME DE DOWN

Aunque hay excepciones, es frecuente que el inicio de la alimentación complementaria en niños con Síndrome de Down se retrase hasta los 3-5 años. Los pequeños demandan texturas blandas, que sean fáciles de masticar, por diversas alteraciones de masticación y deglución.

El desarrollo de la dentición se retrasa en la mayoría de los casos y se completa con lentitud (y también con alteraciones).

Además, la hipotonía, su característica boca pequeña y su lengua grande dificultan enormemente la normal masticación y deglución.

Para tener éxito en la diversificación hay que seguir las siguientes pautas:

  1. Iniciarla cuando sea el momento adecuado, sin prisas pero sin demorarse demasiado.

Cuando es demasiado temprana, puede haber alteraciones para asimilar los alimentos diferentes a la leche y mayor riesgo de alteraciones digestivas, alergias y/o intolerancia a los alimentos. También existen alteraciones de la deglución, dificultad al respirar y accesos de tos debidos a la inmadurez neuromuscular.

Si, por el contrario, se tarda demasiado en iniciar la diversificación, puede aparecer desnutrición ya que la leche materna o artificial ya no es suficiente para hacer frente a los requerimientos energéticos y de nutrientes para un crecimiento y desarrollo adecuado.

  1. Introducir los alimentos de uno a uno, esperando una semana antes de ofrecer el siguiente.

De esta manera se acostumbra al sabor y textura y hay oportunidad de observar si hay alguna reacción adversa al consumir dicho alimento como aparición de ronchas o granos en la piel, diarreas o vómitos. Las cantidades de los nuevos alimentos deben ser pequeñas en un principio, según la tolerancia se irá aumentando la ración.

  1. La textura inicial de las preparaciones debe ser triturada, de forma homogénea y una textura muy fina para evitar ahogos.

Progresivamente se irá cambiando a una textura más gruesa hasta llegar a alimentos chafados y trozos sólidos. El esfuerzo muscular de masticar es positivo para mejorar la hipotonía, por ello es recomendable que cuando el pequeño ya pueda tomar alimentos chafados o en trozos se limiten los purés líquidos.

  1. No incluir hasta los 8 meses los cereales con gluten.

Los niños con Síndrome de Down tienen más riesgo de padecer intolerancia al gluten, por lo que se debe optar por los cereales sin gluten (maíz y arroz).

  1. Dejarle tiempo para que mastique los alimentos.

Es frecuente que el niño con Síndrome de Down tenga más dificultades para aprender a masticar que a los demás, pero es conveniente que ejercite sus músculos, se acostumbre al esfuerzo y adquiera el hábito de una buena masticación.

  1. Dejar que el niño siga su propio ritmo, sin presionar.

Cada niño es diferente, aun así, los niños con Síndrome de Down suelen iniciar la toma de alimentos sólidos sobre los 8 meses, cogen los alimentos con sus dedos aproximadamente a los 10-12 meses y beben solos en una taza a los 20 meses aproximadamente. A los 2 años ya saben coger una cuchara y llevársela a la boca.

 

HIDRATACIÓN Y DEPORTE (II)

Reposición de líquidos del deportista antes del ejercicio físico:

Sea cual sea la actividad deportiva, antes de comenzarla se debe conseguir el máximo grado de hidratación posible.

Es la hiperhidratación, necesaria para disminuir el incremento de temperatura corporal secundario al esfuerzo físico y paliar la sobrecarga que el estrés térmico puede provocar en el sistema cardiovascular.

Cuando la pérdida de agua corporal por sudoración supera la reposición a través de la ingesta de líquidos, hay una reducción en el flujo de sangre, por lo que el oxigeno y los nutrientes tienen más dificultades para llegar al músculo. Además, los productos de desecho se eliminan muy lentamente. Si la falta de líquidos es my intensa, se produce una disminución del esfuerzo para mantener la misma intensidad del ejercicio y aparece el agotamiento por calor.

Es necesario asegurar 2 horas antes del deporte alrededor de 500 ml de líquidos, ya sea agua, zumo de frutas o bebida deportiva.

Al momento de empezarlo se deben ingerir unos 125-250 ml.

 

Reposición de líquidos del deportista durante el ejercicio físico:

No solo es importante la hidratación antes del ejercicio. Mantener el equilibrio durante el deporte es esencial, aunque resulta difícil ya que muchas veces la cantidad de sudor puede llegar a ser mayor que la capacidad de vaciamiento gástrico.

Para una buena hidratación, el deportista debe ir bebiendo a intervalos regulares durante el ejercicio, antes de que aparezca la sensación de sed. Tener sed, es indicativo de haber perdido ya entre un 1 y 2% de agua corporal. Cada 10-20 minutos se debe hacer una ingesta de 125-250 ml de líquidos.

La temperatura más adecuada es de 15°-22°C.

Añadir sodio al agua en actividades de más de 1 hora puede ser beneficioso para el deportista ya que aumenta la palatabilidad, produce retención de fluidos y evita la aparición de hiponatremia en caso de beber mucha agua. Será adecuado un aporte de entre 0,5 y 0,7 gramos de sodio por litro de agua en la solución hidratante.

Las bebidas deportivas benefician el rendimiento:

  • Tienen gran capacidad de rehidratación.
  • Incluyen en su composición bajas dosis de sodio en forma de cloruro de sodio o bicarbonato sódico.
  • Pueden contener otras sales minerales como el potasio, cloro y fósforo.
  • Son ricas en carbohidratos simples en forma de glucosa, fructosa o sacarosa.
  • También contiene carbohidratos complejos en forma de polímeros de glucosa (maltodextrinas).
  • Algunas incluyen ácido cítrico, magnesio, calcio y vitaminas.
  • Además, añaden colorantes, aromatizantes y edulcorantes.

 

Hidratación después del ejercicio físico:

La reposición de líquidos después de la actividad física no es menos importante. Sin ella la recuperación del deportista no es posible, así que es necesario iniciarla lo antes posible.

El deportista debe ingerir al menos el equivalente a 1,5 veces del líquido perdido durante la práctica de deporte. Es necesario pesarse antes y después de la prueba para poder hacer un cálculo de la cantidad de agua que debe reponer.

1 litro de sudor equivale a la pérdida de 1 kilogramo de peso corporal. El deportista debe reponer, por tanto, 1,5 litros de líquido/kilogramo de peso corporal perdido.

Lo antes posible después de acabar la prueba debe tomar 500 ml de agua y el resto, repartirlo en varias tomas continuadas.

 

HIDRATACIÓN Y DEPORTE (I)

El agua es el elemento más abundante de nuestro cuerpo, representa entre la mitad y las cuatro quintas partes del peso corporal. Sólo en el musculo esquelético concentra alrededor de un 77%.

Es esencial para la vida y desempeña multitud de funciones:

  • Es el principal  componente de la sangre, la linfa y todas las secreciones corporales (agua extracelular).
  • Es un componente vital de las células (agua intracelular).
  • Tiene función termorreguladora, a través de la sudoración regula el calor.
  • Tiene función desintoxicadora de los desechos que el cuerpo no necesita, a través de la orina.
  • Interviene en todas las etapas de la digestión, proceso de absorción y metabolismo.
  • Es el medio de transporte de los nutrientes a las diferentes células.
  • Tiene acción lubricante para las articulaciones.
  • Interviene en la regulación sanguínea de electrolitos.

No todos precisamos la misma cantidad de agua. Depende del equilibrio en el volumen y concentración osmótica para una correcta función biológica.

Entre los factores más importantes se encuentran:

  • La sudoración:

Las personas que sudan mucho, necesitan mayor cantidad de agua. Diariamente, el organismo puede llegar a fabricar de 500 ml a 5 litros, e incluso hasta 10 cuando se realiza deporte con una intensidad y duración elevada.

Las altas temperaturas y la humedad ambiental también incrementan la producción de sudor.

  • La edad:

Los niños tienen aumentadas las necesidades hídricas respecto a los adultos. Por ejemplo, los bebés tienen entre 3 y 4 veces más elevadas las necesidades de líquidos frente a los adultos.

Normalmente, un adulto sano precisa alrededor de 2,5 litros diarios de agua. Su procedencia será a través de los líquidos, la mayoría de alimentos (a excepción de los aceites y grasas) y la formación endógena del propio organismo en el proceso de metabolismo.

Si no realiza deporte, debe beber aproximadamente 1,5 litros diarios de agua. Los deportistas, deben incrementar hasta 6 veces dicho consumo.

Durante la práctica de ejercicio físico se pierde agua por transpiración insensible y sudoración (a través de la piel); y en el aire espirado. Para evitar la aparición de deshidratación es imprescindible una reposición adecuada.

En tan solo 1 hora de práctica deportiva, el deportista puede perder 1 litro de agua o más, dependiendo de la duración, humedad y temperatura ambiental.

Si la temperatura supera los 37°C se tendrá que aumentar la toma de líquidos unos 200 ml por cada grado de más. Si no, no será posible la reposición de las pérdidas y aparecerá la deshidratación. Mientras antes aparece, menor será el rendimiento por aparición de fatiga.

El rendimiento es visiblemente menor con tan sólo la pérdida de agua es del 2% del peso corporal. Cuando es superior al 10% hay un riesgo aumentado de colapso cardiovascular.