ALIMENTACIÓN ANTES DEL EMBARAZO
Con el embarazo la mujer se afronta a una nueva aventura que durará nueve meses y que alterará su estilo de vida para siempre. Para todas las mujeres este nuevo reto a afrontar es diferente aunque para todas habrá una evolución tanto física como mental muy común.
Durante las cuarenta semanas que dura el embarazo la futura mamá convierte el bienestar del bebé en el centro de su vida. Las medidas fundamentales para que no haya problemas en su desarrollo son una buena alimentación, un descanso adecuado y un control médico regular.
El periodo más crítico para la vida del bebé es el que comprende las primeras semanas que siguen la fecundación del óvulo de la madre por el espermatozoide del padre. Aunque ya se ha puesto en marcha el proceso de crecimiento del embrión la madre aún no sabe que está en cinta.
Los primeros cambios en el organismo de la madre dirigidos a alojar el feto en su útero son imperceptibles y seguramente aún no se ha confirmado el embarazo. Dejar hábitos no saludables como el tabaco, el alcohol y las drogas y seguir una pauta alimentaria equilibrada son medidas básicas para asegurar el éxito de esta primera etapa tan esencial para el desarrollo del feto.
La madre que está planeando un embarazo debe ser consciente de la importancia de una alimentación saludable anterior a este ya que en los primeros días que siguen la fecundación el desarrollo del embrión queda totalmente bajo la influencia de su alimentación y depende de las reservas nutritivas acumuladas en las semanas anteriores a la concepción.
La nutrición previa al embarazo influye en la fertilidad de la madre y si es insuficiente y carencial puede ser responsable de malformaciones del feto e incluso provocar la interrupción del embarazo.
Consejos para una alimentación saludable antes de la gestación
- Incluir un mínimo de 5 raciones al día entre frutas y verduras por su alto contenido en antioxidantes.
- Ingerir suficiente fibra dietética (presente en los cereales integrales, las legumbres, las frutas y las verduras).
- Limitar la cantidad de grasa saturada procedente de las carnes y las formas de cocción grasas como los fritos y los rebozados.
- Consumir como fuente principal de grasas el aceite de oliva (preferiblemente) y de semillas. No consumir manteca, margarina o mantequilla.
- Limitar el consumo de azúcares simples (sacarosa, caramelos, miel, etc.) y productos de bollería o pastelería.
- Incluir calcio de forma diaria a través del consumo de 3 o 4 raciones de lácteos bajos en grasa.
- Consumir alimentos ricos en ácido fólico como las verduras de hojas verdes, los guisantes verdes, la calabaza, la espinaca, etc.
- Consumir alimentos ricos en hierro como las carnes, los frutos secos o los cereales enriquecidos.
- Beber un mínimo de 2 litros de agua.
- Limitar (preferiblemente eliminar) el consumo de alcohol. Para que no se resienta el bebé de la toxicidad del alcohol la madre no debe superar la dosis de un vaso de vino diario.
- La elección del método anticonceptivo tiene repercusiones en el equilibrio alimentario y se le debe prestar especial atención. El DIU aumenta el volumen y la duración de la regla y como consecuencia hay una mayor pérdida de sangre y de hierro. Se aconseja en estos casos una alimentación rica en este mineral durante los tres meses siguientes al embarazo. En los casos en que la madre toma píldoras anticonceptivas se recomienda utilizar un método de contracepción alternativo durante los meses previos a la concepción ya que este tipo de anticonceptivo oral puede alterar los niveles de ciertos nutrientes, especialmente la vitamina B6, el ácido fólico y el cinc.